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Adolescencia: confrontación entre generaciones

por Lic. Liliana Pugliese
lilianapugliese@yahoo.com.ar
“El adolescente es un ser extraño, inocente como un ángel, orgulloso como un príncipe, valiente como un héroe, vanidoso como un pavo real, perezoso como un asno, indomable como un toro irritable como una damisela” 

Stanley Hall
 La adolescencia representa un  enigma y  un desafío para nuestra capacidad de conocer. La atracción  de esta etapa  proviene de la  riqueza psicológica  y de las consecuencias que su desenlace provoca. Es objeto de estudio y discusión constante ya que no se repite de forma idéntica en cada etapa histórica, en cada contexto social  ni en cada persona. Es un camino, lleno de obstáculos y peligros  que clama por  la mirada  y el acompañamiento  de  los adultos.  Los padres deben  afrontar la adolescencia de sus hijos, sin disponer de modelos  previos que los orienten. De esta manera nos preguntamos  ¿De qué manera es necesaria allí la presencia del adulto? ¿Cómo sostener un lugar de asimetría frente a nuestros adolescentes?
¿Qué es la adolescencia?
Es un período  durante  el cual se  adquieren habilidades físicas e intelectuales, se definen los límites morales que  lo guiarán durante el resto de  su vida y además  se producen innumerables transformaciones psicológicas y sociales que  lo obligan  a reubicarse en un “entre” niño y adulto.
Hablar de la adolescencia implica abordar la puesta en juego de la sexualidad, los objetos de amor, el desinvestimiento de las figuras  parentales, la confrontación  generacional, el lugar de la familia, los vínculos con los grupos sociales e instituciones, la decisión vocacional y laboral, las demandas desde lo social.
Louise Kaplan señala que para que se produzca el pasaje de la infancia a la adultez se tiene que llevar a cabo  una “remoción”. ”Se trata de desligar la libido  parental de una vez y para siempre” para poder depositarla en otra parte y poder hacer la  salida a la exogamia. Presenta al adolescente como un “activo revisor del pasado infantil” Dice: “El propósito de la adolescencia no es borrar el pasado sino inmortalizar lo que éste tiene de valioso y despedirse de aquellos aspectos que obstaculizan la plena realización de las potencialidades sexuales y morales adultas” y el “adiós a la infancia” implica  que debe tomar decisiones respecto a qué aspectos del pasado permitirá que prevalezcan en su futuro.
Gutton dice que  “lo puberal” irrumpe bruscamente.  El trabajo de la adolescencia consiste en  la  reelaboración del Complejo de Edipo, utilizando para desexualizar las representaciones incestuosas los mecanismos de identificación e idealización del yo y así llegar a la elección de objeto  y la salida exogámica.
A la par  que se complejiza el universo emocional, se afirma la identidad sexual,  crece la capacidad de pensar. Piaget señalará las nuevas capacidades intelectuales que se desarrollan durante el período de las operaciones formales que  abrirán la posibilidad de elaborar teorías basadas en una reflexión. El adolescente ahora se encuentra con la posibilidad de acceder al pensamiento científico. Surgen las críticas y las reflexiones sobre la religión, las ideologías políticas o los sistemas de autoridad vividos en la familia y la escuela.
“Vivo  tantos cambios que cuando  me levanto me miro en el espejo y  ya no se  quién soy” María 14 años
El adolescente se encuentra decepcionado por el nuevo aspecto físico, desconcertado por la aparición de la capacidad sexual,  confundido  con respecto a su propia identidad, angustiado por no sentirse  comprendido,   preocupado por superar la falta de confianza y  la incertidumbre que le causa el futuro.
En las sociedades primitivas, el paso de la niñez a la  adultez está  claramente delimitado por dolorosos -ritos de iniciación- que  marcan la pertenencia a un grupo, la incorporación al mundo, registro de los dilemas  de la existencia, marcas que constituyen  el escenario de una época.
“Los modelos de iniciación son diferentes según las sociedades, pero todos sirven a la integración social del sujeto en el mundo de los adultos” dice Slucki
Hoy nuestra sociedad no define cuál es el modo de pasaje. Mannoni las llama “sociedades desculturalizadas” donde “no se sabe muy bien qué hacer” en donde  cada adolescente  lo tramitará  según la singularidad de  su historia. Es así como observamos  conductas   riesgosas, incursión en las drogas, deportes extremos  y  viajes de egresados peligrosos que  podrían estar dando cuenta de este pasaje.
En esta travesía hacia la madurez,  al mismo tiempo que desarrolla un nuevo rol social,  debe buscar la independencia frente a sus padres, esto le genera  ansiedad e inseguridad  y frente a estos deseos se crea contradictoriamente una necesidad mayor de dependencia ya  que  estará afectado también  por las expectativas de  las personas significativas  de su entorno. Con este panorama estamos afirmando la necesidad de la presencia de un adulto que sostenga y confronte.
 ¿Por qué la necesidad de confrontar entre generaciones?
Durante el camino hacia la independencia el adolescente atraviesa tres duelos: pérdida del cuerpo infantil: el adolescente sufre cambios biológicos  que irrumpen  bruscamente; la pérdida del rol infantil: ahora debe asumir nuevas responsabilidades; el duelo por la pérdida de los padres de la infancia: lo cual implica  aceptar que no son omnipotentes. Pero la  llamada “crisis de la adolescencia”   requiere también  por parte de los padres un trabajo de duelo.
“A veces  me dejan hacer  lo que quiero, no saben donde estoy. A veces   me siento  solo, abandonado, me parece que no les importo” Ignacio 16 años
El adolescente necesita  la presencia de  una  figura adulta que se  presente   como “oponente”. Se trata de una “confrontación generacional” donde se pone en juego la distancia entre generaciones. La confrontación con el discurso de los padres  permitiría al adolescente revisar sus modelos identificatorios otorgándoles una nueva significación.
Sabemos que la sociedad  transita  por una crisis profunda y los adolescentes por su parte, necesitan un marco de estabilidad y contención desde los adultos para vivir sus propios cambios. La vertiginosidad e intensidad de las transformaciones,  generan  incertidumbre, de allí la importancia de un medio ambiente lo “suficientemente bueno” al decir de Winnicott.
Actualmente las familias adoptan nuevas modalidades, en donde los vínculos  intergeneracionales oscilan entre la sobreprotección y el desamparo, desde el enfrentamiento hostil  hasta la  permisividad. Encontramos  padres que suelen reaccionar de manera rígida  ante las manifestaciones de autonomía de sus hijos, o padres que  evitan la confrontación, negando los sentimientos hostiles viviendo la ilusión que no existen conflictos,  borrándose las distancias generacionales. De ninguna de estas formas será  posible la separación.
La confrontación intergeneracional es una construcción, es tarea constante de los adultos. Sostener el lugar de la norma les  permite a los adolescentes  saber con claridad cuáles son las “reglas de juego”, qué es lo que se puede  y no se puede  hacer, esto será  lo que nos posibilita relacionarnos, comunicarnos, en definitiva vivir juntos.
En la película “Mentes peligrosas” la profesora  les dice a sus alumnos: “Si quieren ser poderosos tienen que ejercitar la mente” “Quiero proveerlos de armas en este mundo peligroso”” Si son más fuertes será más difícil que los venzan”
Haciendo notar la preocupación  que siente  por ellos, les otorga confianza y  consigue que logren   lo mejor de ellos.  A lo largo de la película los hace  pensar y reflexionar sobre sus propias vidas,  sobre su futuro y  les hace ver que ellos “eligen” el camino que quieren seguir.
El adolescente requiere de adultos que oficien como sostén del yo y le permitan discriminarse y diferenciarse. Winnicott nos propone: “donde exista el desafío de un joven en crecimiento, que haya un adulto para encararlo”. Hace hincapié
en la importancia  de un Otro para poder confrontar, sostener un lugar de asimetría respecto a nuestros adolescentes, ubicarlos en otro lugar es lo que posibilita la transmisión del legado que una generación le deja a la nueva. Si esto no sucede, las relaciones se vuelven simétricas ya que no se marcan las diferencias necesarias, tal es el ejemplo de algunas  madres que  visten igual que sus hijas,  son amigas de ellas y de los amigos de sus hijos, borrando toda barrera generacional.
La identificación permite la reconciliación entre generaciones. El cambio adolescente   se sustenta en  una  organización identificatoria  pre-existente que remite a lo pre-edípico y la adolescencia es un momento clave de reorganización identificatoria.
La necesidad de diferenciación conduce al abandono del objeto parental, lo cual  supone atravesar los límites del territorio endogámico, permitiendo  un progreso desde la primacía del Yo Ideal  de la infancia, a la construcción de ideales propios vinculados al Ideal del Yo,  Yo que empieza a construir su propio  proyecto identificatorio,  a través de una salida capaz de habilitar el encuentro con lo nuevo y diferente que le da acceso a un lugar simbólico distinto.
 Dice Freud “En el individuo que crece, el  desasimiento de la autoridad parental es una de las operaciones más necesarias, pero también más dolorosas del desarrollo. Es absolutamente necesario que se cumpla, y es lícito suponer que todo hombre devenido normal lo ha llevado a cabo en cierta medida. Más todavía: el progreso de la sociedad descansa, todo en él, en esa oposición entre ambas generaciones”.
Para sostener un proyecto con el cual identificarse se necesita insertarse en los grupos de pares como apoyaturas necesarias para la remodelación identificatoria.
“No soy un niño, pero tampoco soy adulto.  Necesito  ser aceptado por mis pares.  Necesito  parecerme y verme como ellos”. Juan 16 años
Así como la familia es la primera organización a la que pertenecemos y en ella realizamos nuestros primeros aprendizajes, los distintos grupos a los que nos integramos pasan a ser el siguiente ámbito para los nuevos aprendizajes. El grupo de pertenencia proporciona al adolescente una plataforma distinta para ver el mundo. Le ofrece “un lugar” que, por el mismo hecho de ser adolescente, le es difícil encontrar en su familia.
En él encuentra una relación simétrica, una situación de igualdad, con pares que tienen sus mismos problemas, preocupaciones, deseos y gustos. Aprende a establecer relaciones sociales, puede encontrar apoyo para afrontar sus conflictos y elementos para construir su identidad.
Un conjunto de elementos identifica a los miembros de un grupo a la vez que señala nuestra tendencia a agruparnos, tanto para integrarnos como para diferenciarnos. La identidad realza una pertenencia a la vez que subraya las diferencias. El camino que conduce a la identidad esta coloreado por la necesidad que tenemos de ser valorados, por lo menos dentro de un grupo, por otros semejantes. La pertenencia al grupo será una expresión de su propia libertad de elección.
A modo de cierre…
Sabemos que la adolescencia  constituye una etapa privilegiada, un largo camino  que conduce  desde la dependencia hacia la independencia donde aparecen notables  cambios en el cuerpo, hormonales, sexuales, emocionales e intelectuales. Con la adolescencia  se inicia un desprendimiento del sistema familiar que lleva a  un definitivo “adiós a la infancia” y lo conduce a la exogamia.
En esta  difícil travesía el “ambiente facilitador”, la mirada y el sostén del adulto desempeña un rol importante. Ser significado por el otro otorga un lugar en el deseo del otro y  un devenir. Se trata de  confrontar. El conflicto generacional posibilita  avanzar un paso más allá que sus antecesores. Permite a las nuevas generaciones insertarse de modo activo y creador en el mundo.
La transmisión de una generación significa,  sostener un lugar de asimetría el lugar de la norma  de la diferencia  que permite ubicarlos en otro lugar y   posibilita el traspaso del legado que una generación le deja a la nueva, -marcando diferencias- entre generación y generación y a la vez  posibilitando un lugar de encuentro. La confrontación intergeneracional es una construcción, tarea ardua y  constante de los adultos, función fundamental. En este sentido, sostener el lugar de la norma posibilita  el encuentro intergeneracional.
(1) Louise Kaplan,  “Adolescencia. El adiós a la infancia” Bs. As- Barcelona, Ed. Paidós 1996
(2) Philippe Gutton “Lo Puberal”. Paidós. 1993
(3) Daniel Slucki  “Ritos de iniciación. Las despedidas del adolescente”.  Gaceta psicológica Nº 97- junio/julio  APdeBA 1994
(4) Manonni, O Deluz A. y otros. “La crisis de la adolescencia”  Barcelona, Ed. Gedisa 1985
(5)  D.W Winnicott, “Realidad y juego”, Gedisa.  Barcelona, reimpreso en Buenos Aires. 1971
Bibliografía
Aberasturi- Knobel  (1971) “La adolescencia normal. Un enfoque psicoanalítico” Editorial Paidós.
Freud, S. (1908-1909) Obras completas.” La novela famliar del neurótico” Argentina,  Amorrortu editores 1975
Gutton, Philippe 1993  “Lo Puberal.” Paidós.
Louise Kaplan “Adolescencia. El adiós a la infancia” Bs. As- Barcelona, Ed. Paidós 1996
Manonni, O Deluz A. y otros. “La crisis de la adolescencia”  Barcelona, Ed. Gedisa 1985
Slucki, Daniel (1994) en “Ritos de iniciación. Las despedidas del adolescente”.   Gaceta psicológica Nº 97- junio/julio  APdeBA al proyecto identificatorio” (Paidós)
Winnicott, D.W (1971). “Realidad y juego”, Gedisa, Barcelona, reimpreso en Buenos Aires.
   Lic. Liliana Pugliese
Psicóloga  – Psicpedagoca
Creemos que el trabajo del AT es fundamental y necesario conjuntamente con el equipo interdisciplinario, en la recuperación de pacientes que sufren este tipo de trastornos, los argumentos que sostienen dicha afirmación los desarrollaremos a continuación:
    El trabajo del AT es prestar el YO, y contener , mas en de los trastornos alimentarios, los mismos están ampliamente ligados a un estado depresivo y son en conclusión un intento de suicido silencioso y lento por parte de la persona enferma.  Por lo tanto, creemos que es necesaria la participación de un Acompañante Terapéutico que pueda contener, proteger y ayudar a cambiar estas ideas que ponen en riesgo la vida del paciente.
     Un acompañante terapéutico en este tipo de casos puede jugar el rol de un amigable supervisor, es decir, controlar al paciente para que no atente contra su salud y su cuerpo.  Ya sea en el caso extremo, de intentar terminar con su vida, o por medio de conductas como el vómito, autoflagelarse, hacer ejercicios a escondidas y de manera desmedida, etc.
     El AT debe tratar de ganarse la confianza del paciente, para que no lo vea como una figura de control sino como una figura contenedora, con la que pueda hablar libremente de sus miedos, angustias, necesidades, etc.  Sin la presión de sentirse juzgado por sus comentarios sino escuchado y aconsejado por una persona que busca su mejoría.
     El AT puede acompañar al paciente en los momentos más dolorosos para éste como son los horarios de ingesta.  De esta manera hacer todo lo posible para que el acto de la ingesta sea lo menos traumático y ameno posible para el paciente.  Ocultando en parte otra función, además de contener, acompañar, controlar que el paciente coma su alimento y ni lo esconda o se deshaga del mismo.  El AT debe intentar por todos los medios que el paciente, no focalice en la comida sino que la ingesta sea un acto social, donde compartir un momento agradable, oportuno para la charla con los seres queridos.  Así la ingesta pasará a un segundo plano y será más fácil de incorporar.
     Son muchos los ámbitos donde el AT puede auxiliar a un paciente con trastorno alimentario, puede acompañarlo en situaciones donde deba afrontar relaciones sociales para las que el paciente se sienta incapacitado y que le signifiquen un monto de ansiedad y angustia importante que lo puedan llevar a autoagredirse con las conductas típicas de la enfermedad.  Estos lugares pueden ser la escuela, el trabajo, un bar, un boliche, etc.  Este acompañamiento lo vemos viable como parte de una estrategia, de un proceso para trasmitirle al paciente las herramientas para que el solo pueda afrontar estas situaciones adecuadamente.
     El AT puede ser requerido después de que el paciente haya atentado contra su vida (acto suicida).  En estos casos, la familia busca en el AT una figura de seguridad para que controle al paciente de volver a cometer un acto semejante.  Por lo tanto, es muy probable que el paciente reciba al AT hostilmente, al verlo como un guardián.  Estará en la habilidad del AT el cambiar este sentimiento y ganarse la confianza del paciente, para poder ayudarlo.
     El AT puede proponerle salidas a espacios sociales variadas desde plazas, hasta bares, cines, conciertos, muestras, etc.  Para que el paciente vuelva a contactarse con el mundo externo que lo rodea y logre salir de sus pensamientos enfermos y de su interior.  Que logre interesarse en otras cosas que no tengan que ver con la imagen corporal y la comida.
      El AT también puede jugar un papel importante en la Re- educación de la familia, ya que está no sufre la patología por lo que muchas conductas pueden pasar desapercibidas y en realidad son comportamientos enfermos que corresponde terminarlos para la recuperación del paciente, tales como, hablar todo el tiempo de comidas, el peso, el cuerpo, mirarse excesivamente en el espejo, comer solo alimentos dietéticos, evitar las reuniones sociales para no tener que ingerir alimentos prohibidos, etc.  La familia con la ayuda del AT debe estar atenta a todo este tipo de comportamientos para ayudar al paciente a evitarlos.
     El AT puede acompañar al paciente a su terapia ya sea grupo de apoyo o terapia individual, para evitar que en el camino el paciente cometa alguna falta contra su tratamiento, ya sea consumir algún alimento no estipulado en su orden alimentario, aprovechar este momento para pesarse, o hacer ejercicio o eliminar alguna ingesta que debía consumir, etc.
     El AT puede ser una escucha comprensiva para estos pacientes que tienen muchos rasgos de depresión, muchos miedos, ansiedades, inseguridades, incongruencias, etc.  Ayudando a seguir elaborando los contenidos que el paciente trabaja en su terapia.  Pudiendo compartir con otro todo aquello que no le sea claro o que le cueste cambiar.
     Las recaídas son casi imposible que no ocurran, como en toda adicción, y en estos momentos el AT puede ser la figura que contenga y medie entre el paciente y la familia, para que ésta no genere en el paciente un sentimiento profundo de decepción que le genere mayores conflictos.  El AT deberá demostrarles a la familia y al paciente que las recaídas son actos que forman parte del proceso de curación, y que no existe el sendero sin espinas ni obstáculos y que de los errores se debe aprender y ni negarlos ni dejar que nos hagan perder nuestro objetivo final.
     Así como las recaídas forman parte del tratamiento, los logros también pero con ellos también hay que tener un cuidado especial.  El hecho de que el paciente vuelva a consumir algunos alimentos de una manera más normal, no debe confundirse con una curación.  El paciente enfermó durante un largo proceso y su curación también llevará un largo proceso, para desarmar conductas patógenas y re aprender conductas sanas.  Muchas veces puede ser un manejo del paciente para hacer creer a los padres que ya está curado y así ponerle fin al tratamiento para no seguir aumentado de peso por ejemplo.
     Existen pacientes que cronifican su enfermedad con ellos la función del AT claramente puede consistir en acompañarlos durante el momento de la ingesta, que probablemente sea el acto más duro de afrontar por ellos durante el día.
      El AT también debe participar de la tarea de recomponer la comunicación familiar, ya que se sabe que este tipo de trastornos tienen una correlación con la existencia de una disfuncionalidad comunicacional en la familia.  El paciente enferma porque absorbe las ansiedades del resto del grupo familiar y de esto no se habla.  Para deshacer este circuito patógeno, es necesario que cada integrante se haga cargo de sus ansiedades y todo esto solo es posible a través de la comunicación familiar, para la cual el AT puede colaborar desde su posición neutral tratando de conciliar en todos los casos posibles.
     Son muchas las funciones y tareas en las que puede ayudar el AT en este tipo de casos, ya que son numerosas las conductas disfuncionales que presentan los pacientes con este tipo de trastornos.  En resumen, la función del AT es ayudar a cumplir en la práctica y en la vida cotidiana los lineamientos que se dan en la terapia para dejar atrás conductas enfermas y volver a un comportamiento sano y un buen funcionamiento tanto de la persona a nivel individual y/o grupal con su familia, amigos, compañeros, sociedad, etc.
     Si tendríamos que armar un dispositivo para el acompañamiento de un paciente con estos trastornos, los objetivos a corto plazo que nos propondríamos son:
• Educar a la familia del paciente sobre las características de la enfermedad, para que pueda ayudar en la recuperación física y psicológica del paciente.   En lo inmediato que recomponga sus hábitos alimentarios y logre un peso normal.
•Incentivar al enfermo y a la familia en el emprendimiento de un terapia familiar e individual, ya sea un grupo de apoyo y/o psicoterapia individual, para el abordaje de los conflictos psicológicos que desencadenaron las alteraciones en la conducta de alimentación.
• Reeducación nutricional, mitigar los síntomas físicos y peligrosos que representen una amenaza para la vida.
• Enseñar a la paciente a comer normalmente y a disfrutar de una relación más relajada con  la comida.
•Suspender dietas estrictas que afecten la salud del paciente.
•Terminar con las conductas patológicas que significan riesgo de muerte (atracones, vómitos, pensamientos destructivos, pesarse varias veces al día, ejercicios excesivos, ayunos, uso de laxantes, diuréticos y/o píldoras dietéticas).
•Ayudar a la paciente con el consumo de su medicación (en el caso de tenerla, antidepresivos, vitaminas, etc.).  Despejarle dudas, afianzar la idea de que el medicamento es un factor más para su recuperación.
•Lograr conductas saludables, abandonando las perjudiciales, esto puede ser incentivado por un programa de premios y castigos.
• Ayudar a sustituir creencias erróneas por ideas mas apropiadas como: “el pensamiento blanco o negro, todo o nada” (si todo no es perfecto, el desastre está a la vuelta de la esquina, tendencia a hacer todo perfecto, o irse al extremo contrario); “pensamiento mágico” (si como algo prohibido significa obesidad instantánea).
 Los objetivos a mediano y largo plazo que nos propondríamos son:
•Ayudar al paciente a encontrar sus propios valores, ideales y objetivos sin dejarse influenciar por el entorno.
• Fomentar la iniciativa e independencia del enfermo, terminando con el temor del paciente de que si engorda y se muestra al mundo tal y como es será rechazado.
• Ayudar al paciente a aprender a aceptarse, incentivarlo a realizar actividades en las que se desempeña eficientemente.
• Ayudar a la paciente a asumir que puede comer todo lo que quiera con moderación, ayudarla a perder sus miedos y conseguir un peso con el cual se normalicen las funciones fisiológicas, incluyendo la menstruación.
•Recomponer las relaciones con parejas, amigos, familias, la asistencia al trabajo y/o escuela, etc.
•Ayudar a la paciente a sentir que tiene la capacidad de control en general, dándole un sentido de identidad personal, de competencia y eficiencia.
•Colaborar con el afianzamiento de la terapia psicológica. Con el médico, y el nutricionista.  Brindar al terapeuta toda la información relevante para la mejoría del paciente.
• Reforzar el autoestima del paciente y enseñarle a la víctima a enfrentarse a sus problemas sin recurrir a conductas autodestructivas.
• Ayudar al paciente a recomponer sus circuitos de comunicación, dando a conocer sus necesidades.
• Eliminar el miedo a las relaciones personales, contacto corporal, relaciones sexuales (por vergüenza, miedo a la exposición).
Teniendo en cuenta los ya mencionados factores predisponentes, creemos que el surgimiento de un trastorno de este estilo no tiene un único culpable. Vivimos en una sociedad donde, lamentablemente, se valoriza la belleza, un don subjetivo y pasajero. La mayoría de las personas ha dejado de considerar el progreso personal, en todos sus niveles (entiéndase nivel intelectual, afectivo, etc.) como una meta; vivimos en una sociedad facilista, donde quien trabaja para progresar y no presta atención a las influencias o tendencias del entorno, es excluido y hasta maltratado por sus congéneres. En este entorno falto de valores, el ser humano ha ido quedándose cada vez más solo. El sentido de pertenencia constituye hoy en día (y en parte siempre fue igual) dejar de lado la propia personalidad en un intento de parecerse a los demás y ser aceptado. Es decir, para pertenecer hay que parecer y actuar conforme a un prototipo establecido por el medio donde vivimos.
     Sin embargo, consideramos que asimismo los otros factores familiares y personales son tan importantes como los socioculturales. Las familias han evolucionado mucho a través de la historia, y a pesar de que muchas cosas han mejorado, consideramos que algo se ha perdido, la comunicación. Creemos que esa es otra de las causas más importantes en la aparición de una enfermedad como la bulimia y la anorexia, la falta de comunicación verdadera, libre de prejuicios y miedos, entre padres e hijos, el no poseer a alguien maduro y confiable con quien discutir los cambios y problemas (presentes en cualquier edad, pero sobre todo en la adolescencia) y el tener una familia rígida o sobreprotectora, son hechos todos en los que la culpa está repartida entre los padres, los hijos y, en parte, el entorno.
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  1. Mary
    enero 19, 2012 a las 3:42 pm

    ME PARECE INTERESANTE TU ARTICULO, SE VE MANIFIESTO EL TRABAJO QUE TIENES CON LOS ADOLESCENTES, GRACIAS POR COMPARTIRNOS TUS PUNTOS DE VISTA, LOS QUE TRABAJAMOS CON ADOLESCENTES NOS DAMOS CUENTA DE ESTE MUNDO TAN COMPLEJO PERO AL QUE HAY QUE HACER FRENTE CON UN ADECUADO ACOMPAÑAMIENTO. FELICIDADES

    • Liliana Pugliese
      abril 7, 2012 a las 12:20 am

      Gracias por tus comentarios
      Liliana

  2. Estela Arzamendia
    abril 24, 2013 a las 2:02 am

    Exelente artículo. La educación de los padres estan muy ausentes hoy en día, es como si no les importara sus hijos, almenos veo eso todos los días. Algunos no tienen tiempo por el trabajo u otras ocupaciones, pero es muy importante dedicarles tiempo y hablar con ellos.
    La educación empieza por la casa y despúes por la escuela, si se complementara estas dos muchas cosas cambiaría y para bien.

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