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Archive for the ‘Cuentos de lectores’ Category

Microcuentos

julio 22, 2008 3 comentarios

por Walter Rago

Sirenas

Yo amaba a las sirenas. Aunque no me atraparan en alta mar con la red de sus canciones, aunque ni siquiera tuvieran tetas enormes. Me bastaban sus palabras,  sus miradas, sus voces,  llamándome hacia un lugar sin ausencias, hacia una comarca  ideal  donde  se fusionarían nuestros sueños. Sus cabelleras relucían en esas costas de fantasías cumplidas. Pasaba mis días flotando en esas aguas de sensuales utopías.
Pero al poco tiempo, ellas comenzaban a rozarme con sus escamas. Comprendía  que la belleza que había contemplado era solo una cáscara, que al escuchar sus voces con más calma  me colmaban de reclamos imposibles,  que sus ojos magníficos solo reflejaban mi propia miopía.
Su mitad de pez se interponía entonces como un obstáculo y todos sabemos lo difícil que es penetrar una cola de pescado. Confundido, me despertaba  sobre la arena como un blando molusco solitario.  
Desde entonces, volví a amar a las dulces habitantes de la tierra firme, me gustan sus placeres imperfectos, quiero enredarme entre sus piernas, con sus contradicciones, descubrir juntos la deriva de encuentros y desencuentros.
De tanto en tanto, cuando  desde la orilla descubro a mis viejas amigas, las maravillosas sirenas, las saludo con cariño, mientras sigo acá ,  en la tibia playa de las mujeres reales.

Identidad

 …volqué todo lo que guardaba en mi mochila sobre su escritorio : la incontenible fuerza del río Urubamba resonando dentro mío, el olor atrapante del aguarrás vegetal en aquel taller perdido de Barracas y el aroma fascinante y dulzón de mi mujer embarazada, el sonido de tres flautas flotando sobre un médano, el pibito maravillado con la gota de mercurio, la noche que fumamos en la caja de  aquel camión que nos llevó hasta Esquel… y banderas, fábricas, semillas, rutas…pero parece que cuando me preguntó “¿Trae algo que permita identificarlo?” …se refería a otra cosa…

Los dos Otros

En las cercanías del monte Arrayán florecieron dos culturas hoy desaparecidas, los Selq-yam  y  los Antanes.
Los Selq-yam vivían en los bosques, construían  hermosas cabañas de troncos, eran cazadores y consideraban bárbaros a todos los demás pueblos que habitaban la región, especialmente a los Antanes, a quienes consideraban inferiores por su ridícula costumbre de vivir en islas flotantes en medio de un lago.
Los Antanes (palabra que significa “los hombres”) eran excelentes navegantes y pescadores, también consideraban no-humanos a todos los otros pueblos y despreciaban especialmente a los Selq-yam por su asqueroso hábito de comer carne de venado. Estos pueblos coexistieron  durante cientos de años pacíficamente, aunque con mutuo desprecio. Hasta que una catástrofe natural los enfrentó a una situación diferente, un colosal incendio destruyó el bosque y causas desconocidas exterminaron  los peces del lago.
Los Selq-yam tenían alimento acumulado, los Antanes conservaban sus casas,  cada uno encontró en los otros el complemento necesario: es decir, pudieron explicar la propia desgracia debido a las maldiciones de sus vecinos. En pocos años todos dispersaron sin dejar rastros,  orgullosos de no haber cedido a los repugnantes bárbaros.

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