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Tu Resilias, ¿nosotros resiliamos?

Por Lic. Marcelo Della Mora

Más allá de los resortes… la resistencia
El afrontamiento es un concepto clave en las investigaciones de la adaptación y de la salud, porque toma en cuenta los esfuerzos afectivos, cognitivos y psicosociales que un sujeto emplea para poder controlar las situaciones que percibe como estresantes o amenazantes de su integridad para reducirlas o eliminarlas. Las formas cómo el individuo hace frente a experiencias percibidas como estresantes constituyen las estrategias de afrontamiento.
El tipo de estrategia de afrontamiento es importante porque, además de servir para dominar las demandas de la situación percibida como estresante, determina la forma en que se activa el organismo. El organismo se activa de muy distintas maneras, según la persona trate de controlar la situación o adopte una actitud pasiva ante ésta. Las conductas motoras empleadas para hacer frente a una situación estresante son conductas específicas para una situación concreta o conductas más generales para una amplia gama de situaciones, dependiendo de qué conductas se han aprendido en ocasiones anteriores. Las consecuencias de estas conductas determinarán que sean consideradas como correctas o incorrectas por la persona. Lo que determina que una conducta se repita o no en un futuro, no es la supuesta corrección de ésta, sino su eficacia para cambiar la situación.
Afrontamiento y vulnerabilidad
El afrontamiento se define como los esfuerzos cognitivos y conductuales constantemente cambiantes que se desarrollan para controlar demandas específicas (externas y/o internas) que son evaluadas como excedentes o desbordantes de los recursos del individuo. Se evalúa el afrontamiento como estrategia de marcado carácter individual, modulando el carácter estresante o no de las situaciones, que pasa de ser una característica objetiva de la valoración que el sujeto hace de ella.
Se proponen dos estrategias generales: 1) afrontamiento directo o acción directa, una estrategia aplicada externamente a la fuente ambiental de stress para intentar dominar la transacción estresante con el ambiente; y 2) afrontamiento indirecto o acción paliativa, una estrategia aplicada a las propias emociones, en la que la persona intenta reducir el trastorno cuando es incapaz de controlar el ambiente o cuando la acción es demasiado costosa. Los modos de afrontamiento negativo (dirigidos a la emoción) pueden dañar la salud al impedir conductas adaptativas relacionadas con la salud/enfermedad. Así, los modos de afrontamiento negación y evitación pueden disminuir el trastorno emocional, pero pueden impedir al individuo enfrentarse de una forma realista a un problema susceptible de solucionarse mediante una acción directa.
Un individuo es vulnerable a situaciones estresantes cuando estas le originan conductas perturbadas que generalmente se traducen en cuadros de ansiedad o depresión, o dan origen a patologías psicosomáticas. Entonces, un evento es considerado estresante cuando la persona percibe la potencial peligrosidad del mismo (real o imaginaria) para su bienestar. Los seres humanos muestran reacciones muy diversas, aún bajo estímulos similares. Ante circunstancias estresantes, algunas personas reaccionan disminuyendo su rendimiento o presentando afectos negativos, mientras que otras resisten exitosamente al mismo.
Frente a una situación adversa es posible identificar tres tipos de respuesta: reacciones que indican vulnerabilidad (por ejemplo, alterarse), ausencia de reacción o indiferencia y, en tercer lugar, la reacción resiliente o de adaptación.
Vulnerabilidad y resiliencia
Desde la década del ’80 ha existido un interés creciente por tener información acerca de aquellas personas que desarrollan competencias resilientes a pesar de haber sido criadas en condiciones que aumentan las posibilidades de presentar patologías mentales o sociales. El adjetivo resiliente, tomado del inglés resilient, expresa las características mencionadas anteriormente y que el sustantivo «resiliencia» expresa esa condición. El verbo latino resilio, resilire que significa saltar hacia atrás, rebotar tiene una carga semántica donde predomina la idea de rebote, de elasticidad.
En español y en francés (resilience) se emplea en metalúrgica e ingeniería civil para describir la capacidad de algunos materiales -especialmente los metales- de recobrar su forma original después de ser sometidos a una presión deformadora. Así el término es adoptado por las ciencias sociales para caracterizar a aquellos sujetos que, a pesar de nacer y vivir en condiciones de alto riesgo, enorme estrés y cambio se desarrollan psicológicamente sanos y socialmente exitosos. Se trata de la capacidad de afrontar de modo efectivo eventos adversos, que incluso pueden llegar a ser un factor de superación. El nivel de resiliencia de un individuo es lo que determina su grado de éxito o fracaso ante situaciones adversas.
Se trata de un proceso que caracteriza a un complejo sistema psicosocial que se manifiesta en un momento determinado y cuya complejidad reside en que conjuga tanto factores ambientales como de temperamento y de habilidad cognitiva. Este conjunto de procesos sociales e intrapsíquicos posibilitan tener una vida sana viviendo en un medio insano. Al utilizar el término sanar se hace referencia a la acción -o conjunto de acciones- que permiten que el sujeto pueda salir adelante, ya sea porque es resistente ante las amenazas destructivas que enfrenta (invulnerabilidad) o bien porque descubre la capacidad y la posibilidad de construir una vida significativa y positiva, a pesar de las condiciones desfavorables en que se encuentra.
La resiliencia es una vulnerabilidad positiva, una capacidad (innata o adquirida) para evitar que las situaciones amenazantes deterioren nuestro funcionamiento biopsicosocial.
Podemos hablar de individuos resilientes?
Por resiliencia celular entendemos los mecanismos que posee la célula, como sistema vivo, para propender a su crecimiento y maduración y para evitar su muerte. En este sentido, la resiliencia puede ser innata o adquirida. La célula nerviosa, por ejemplo, puede desarrollarla gracias a un equilibrado balance de factores de crecimiento y muerte neuronal. El ser humano nace con resiliencia o la desarrolla de acuerdo a sus experiencias tempranas y a la adaptación al sistema familiar, social y cultural que lo circunda.
En este sentido podemos decir que hay un sujeto con altas competencias internas resilientes, cuyas habilidades de resistencia y recuperación se reflejan en una flexibilidad que le permite adaptarse exitosamente a los cambios. Pero también hay quienes tienen dificultades para sobreponerse a crisis, cambios, duelos… La exposición previa a la adversidad psicosocial con un enfrentamiento exitoso con la tensión y el peligro es un factor que incrementaría la resiliencia. Dosis graduales de enfrentamiento de dificultades operan de modo similar a las inmunizaciones. En cambio, la sobreprotección parece actuar en sentido contrario. Una posible explicación de ello está que, en la sobreprotección, las decisiones y sus consecuencias están en manos de otros, lo que fomenta un mecanismo de control externo. El individuo no consolida su autoestima con la puesta a prueba de sus destrezas por lo tanto el reconocimiento personal y social de sus responsabilidades están más a merced de los eventos externos. El sometimiento permanente a adversidades parece reducir fuertemente el desarrollo de resiliencia
Afortunadamente se ha identificado un conjunto de conductas que caracterizan a las personalidades resilientes, por lo que las habilidades resilientes hoy pueden ser detectadas, medidas y entrenadas. El fortalecimiento de esas habilidades se traducirá indudablemente en un individuo resiliente, producto de un proceso interno de transformación. Existen cuatro aspectos que se repiten en forma recurrente y que ayudan a promover los comportamientos resilientes: temperamento, capacidad intelectual, naturaleza de la familia (contención emocional) y disponibilidad de apoyo externo.
La Psicología Integral, un modelo de entrenamiento
Sea cual fuere la línea teórica desde la que se aborden las problemáticas o crisis vitales normales que se presentan en distintos momentos evolutivos, la psicología clínica invita al sujeto a recorrer su propio camino como una aventura hacia el autodescubrimiento, por eso es importante que la persona se involucre en su propio proceso: que esté motivada y que tenga confianza en sus capacidades. Para la Psicología Integral el abordaje es holístico: mente-cuerpo-espíritu. La única herramienta es la escucha, y si bien las intervenciones apuntan a la esfera psíquica, los cambios se aprecian también a nivel de la salud del organismo y el bienestar espiritual y valorativo. Existen programas de entrenamiento específicos, mediante un enfoque constructivo, cuyo objetivo fundamental es ayudar al sujeto a identificar su estilo de afrontamiento, conocer su nivel de resiliencia, desarrollar sus competencias personales y profesionales, descubrir sus fortalezas internas y reconocer sus limitaciones, evaluar el apoyo y la contención reales con los que cuenta para así aumentar la autoaceptación, la autoestima y la tolerancia a la frustración. La idea es que cada persona desarrolle recursos que le permitan enfrentar mejor su propio proyecto de vida.

Consejos para fortalecer la resiliencia:

  • Es importante establecer buenas relaciones con familiares cercanos, amistades y otras personas importantes en su vida. Aceptar ayuda y apoyo social de personas queridas fortalece la resiliencia.
  • Evitar ver las crisis como obstáculos insuperables. Observar si hay alguna forma sutil para sentirse mejor, mientras se enfrentan situaciones difíciles.
  • Aceptar las circunstancias que no puede cambiar le puede ayudar a enfocarse en las circunstancias que sí puede alterar. Acepte que el cambio es parte de la vida.
  • En vez de enfocarse en tareas que parecen difíciles de lograr, preguntarse acerca de las cosas que pueden lograrse hoy y que ayudan a caminar en esa dirección.
  • Llevar a cabo acciones decisivas es mejor que ignorar los problemas y las tensiones, y desear que desaparezcan.
  • Buscar oportunidades para descubrirse a uno mismo. Muchas personas que han experimentado situaciones difíciles, han expresado tener mejoría en el manejo de sus relaciones personales, un incremento en la fuerza personal aún cuando se sienten vulnerables, la sensación de que su autoestima ha mejorado, una espiritualidad más desarrollada y una mayor apreciación de la vida.
  • Desarrollar la confianza en la capacidad para resolver problemas ayuda a construir la resiliencia.
  • Evitar agrandar un evento fuera de su proporción.
  • Tratar de visualizar lo que se quiere en vez de preocuparse por lo que se teme.
  • Cuidar de sí mismo le ayuda a mantener la mente y el cuerpo listos para enfrentarse a situaciones que requieren resiliencia. La relajación y el control del estrés ayudan a algunas personas a establecer buenas relaciones interpersonales y restaurar la esperanza.
Escrito con el Navegador Flock

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